Todas las tardes practico con mi flauta dulce. Lo hago en un lugar húmedo, solitario y sin ningún oído que pueda escucharme cerca. El sonido de mi flauta no cautiva a nadie. A nadie que la escucha le gusta mi melodía. Siento que mi flauta no es dulce, más bien es amarga. Todos, al escucharme, arrugan la cara. Al parecer, solo a mí mismo me gusta el sonido de mi música. Solo a mí me gusta despejarme para oír el sonido de mi flauta dulce. O tal vez, solo tal vez… mi oído es el que está mal. No tengo oído absoluto. Mi música no es la favorita de nadie. Creo que mi música es mi perdición: es la que me aleja, pero también la que me encuentra siempre solo. Es la que conmueve a mi triste soledad y la hace dulce. Otros prefieren escuchar otra cosa. Yo escucho mi flauta para escapar de los demás, para escapar de mí. No suena más mi voz. Suena mi acompañante, mi amante, mi mejor amiga. Ella siempre está allí. Ella no necesita un oído absoluto. Ella me necesita a mí, y yo a ella para escapar del ...
Buenos días, si es que por allá es de día. Hace ya un tiempo tenía ganas de escribirte, mi viejo y querido amigo. Me enteré de que nuevamente estás buscando la manera de triunfar, y me alegra saber que no te has rendido. Aun así, mantén cautela, porque cuando te va mal con estas decisiones arriesgadas, sueles reaccionar de forma desmedida. Te pido, por favor, que cuides mucho tu salud; y con eso no me refiero solo a la física, amigo. Sabes bien que en las noches frías de diciembre terminas en llanto y alcohol por aquellos días de antaño, esos en los que crees haber sido feliz de forma pura, y olvidas cada dificultad que enfrentaste en cada proceso. Querido amigo, te recuerdo que no estás solo. Mi motivo al escribirte no es solo saludarte, también quiero recordarte eso último. Sé lo melancólico que eres, lo fácil que te entregas ante tu amante, lo mucho que la buscas. No te precipites: tu querida y dulce muerte aún está esperando por ti. No debes sentir ningún afán por ir con ella...